21 de marzo de 2014

Wickman, el Génesis y el Big Bang (y Santo Tomás de paso)

Leo a Leslie A. Wickman (que estudió ciencia política, luego hizo una maestría en ingeniería aeronáutica y un doctorado en biomecánica) en la CNN decir que la evidencia en favor de la teoría del Big Bang es fehaciente prueba de la existencia del dios judeocristiano en el que cree.

El argumento que presenta es que al haber un origen del universo, por “simple lógica de causa y efecto”, requiere un agente externo e independiente del efecto, que lo haya causado. Como si dijéramos que un volcán, para hacer erupción, requiriera un inmenso pirómano y no se debiera simplemente a la acumulación de energía; que la segunda ley de la entropía implica un malicioso agente que desordene los sistemas; que para que una araña camine, debe haber un titiritero que le mueva las patas; que alguien atiza el fuego de las estrellas o, por lo menos, las “encendió” iniciando los procesos nucleares que las caracterizan; que alguien debe hacer que las moléculas de NaCl se descompongan en iones. Y así sucesivamente con todos los procesos naturales que sabemos que ocurren sin necesidad de ninguna intervención de agentes externos e independientes.

Wickman ve en el Big Bang una interpretación literal del Génesis 1:1: “En el principio creó Dios los cielos y la Tierra”. Supongo que se le olvida que la teoría del Big Bang implica que la Tierra no se pudo haber creado en el principio, sino hasta mucho después, cuando (haciendo un símil impreciso) el universo ya se había “enfriado” lo suficiente para crear, primero átomos y luego átomos de elementos más pesados (como el carbono y el silicio que conforman las rocas terrestres, el níquel y el hierro, el uranio y el plomo). El Big Bang habría ocurrido hace casi 14 mil millones de años, mientras que la Tierra surgió, más o menos, en el último tercio de todo ese tiempo; nuevamente, hago un símil bastante pobre: es como confundir el nacimiento de un señor de 90 años con su 60 aniversario.

También se le olvida que la teoría del Big Bang como está planteada hoy en día no exige que ese sea el comienzo, sino sólo el punto más lejano hacia atrás que nuestras herramientas cognitivas actuales nos permiten ver: el origen conocido de nuestro universo conocido, nada más, que no es lo mismo que el comienzo, ni se le parece. Bien podría tratarse no del comienzo, sino de un cambio de un estado a otro. De acuerdo con la teoría del Big Bang no podemos asegurar que ese es el comienzo.

Así que Génesis 1:1 no puede leerse literalmente y considerarlo válido a la luz de la ciencia.

Es una reinterpretación mal planteada de un viejo argumento de Tomás de Aquino, y tiene las grandes debilidades de la argumentación tomista. 

A mí me gusta en particular una crítica a esas debilidades: si nos podemos imaginar una entidad externa a todo el cosmos e independiente de él, con el suficiente poder para crear de la nada (o de sí misma, según se vea) a todo el cosmos; si ya somos capaces de concebir e imaginar algo así, ¿por qué no podemos concebir que esa entidad capaz de crear al universo a partir de sí misma (o de la nada externa a ella, según se vea) sea el propio cosmos? 

Es exactamente el mismo proceso, requiere el mismo salto cognitivo, con dos pequeños detalles: (1) exige una entidad menos, es decir, es una explicaciónmás sencilla y, por ende, con una probabilidad mayor; y (2) trata sólo con entidades de las que hay pruebas de su existencia (y no recurre a la necesidad de la entidad cuya existencia se está intentando probar, lo que resulta un absurdo: el Big Bang no puede probar la existencia de una entidad cuya necesidad para el Big Bang no ha sido probada porque no se ha probado su existencia), con lo que sólo necesitamos inventarnos una propiedad, no esa misma propiedad y además otra entidad que posea la propiedad, por lo que no sólo tiene más evidencia sino, además, requiere menos invenciones.


Y, encima, tiene el problema (ausente en tiempos del famoso Doctor Angélico) de contradecir lo que ahora sabemos gracias a la ciencia, campo en el que Wickman trabaja. No hay duda: a la hora de justificar creencias religiosas, hasta los científicos de alto perfil pueden olvidarse de la ciencia y ver lo que quieren ver. Por fortuna, no pasa así con todos…