Leo a Leslie A. Wickman (que estudió ciencia política, luego
hizo una maestría en ingeniería aeronáutica y un doctorado en biomecánica) en
la CNN decir que la evidencia en favor de la teoría del Big Bang es fehaciente prueba de la existencia del dios judeocristiano en el que cree.
El argumento que presenta es que al haber un origen del
universo, por “simple lógica de causa y efecto”, requiere un agente externo e
independiente del efecto, que lo haya causado. Como si dijéramos que un volcán,
para hacer erupción, requiriera un inmenso pirómano y no se debiera simplemente
a la acumulación de energía; que la segunda ley de la entropía implica un
malicioso agente que desordene los sistemas; que para que una araña camine,
debe haber un titiritero que le mueva las patas; que alguien atiza el fuego de
las estrellas o, por lo menos, las “encendió” iniciando los procesos nucleares
que las caracterizan; que alguien debe hacer que las moléculas de NaCl se
descompongan en iones. Y así sucesivamente con todos los procesos naturales que
sabemos que ocurren sin necesidad de ninguna intervención de agentes externos e
independientes.
Wickman ve en el Big Bang una interpretación literal del
Génesis 1:1: “En el principio creó Dios los cielos y la Tierra”. Supongo que se
le olvida que la teoría del Big Bang implica que la Tierra no se pudo haber
creado en el principio, sino hasta mucho después, cuando (haciendo un símil
impreciso) el universo ya se había “enfriado” lo suficiente para crear, primero
átomos y luego átomos de elementos más pesados (como el carbono y el silicio
que conforman las rocas terrestres, el níquel y el hierro, el uranio y el
plomo). El Big Bang habría ocurrido hace casi 14 mil millones de años, mientras
que la Tierra surgió, más o menos, en el último tercio de todo ese tiempo; nuevamente,
hago un símil bastante pobre: es como confundir el nacimiento de un señor de 90
años con su 60 aniversario.
También se le olvida que la teoría del Big Bang como está
planteada hoy en día no exige que ese sea el comienzo, sino sólo el punto más
lejano hacia atrás que nuestras herramientas cognitivas actuales nos permiten
ver: el origen conocido de nuestro universo conocido, nada más, que no es lo
mismo que el comienzo, ni se le
parece. Bien podría tratarse no del comienzo, sino de un cambio de un estado a
otro. De acuerdo con la teoría del Big Bang no podemos asegurar que ese es el comienzo.
Así que Génesis 1:1 no puede leerse literalmente y
considerarlo válido a la luz de la ciencia.
Es una reinterpretación mal planteada de un viejo argumento de
Tomás de Aquino, y tiene las grandes debilidades de la argumentación tomista.
A
mí me gusta en particular una crítica a esas debilidades: si nos podemos
imaginar una entidad externa a todo el cosmos e independiente de él, con el
suficiente poder para crear de la nada (o de sí misma, según se vea) a todo el
cosmos; si ya somos capaces de concebir e imaginar algo así, ¿por qué no
podemos concebir que esa entidad capaz de crear al universo a partir de sí
misma (o de la nada externa a ella, según se vea) sea el propio cosmos?
Es
exactamente el mismo proceso, requiere el mismo salto cognitivo, con dos
pequeños detalles: (1) exige una entidad menos, es decir, es una explicaciónmás sencilla y, por ende, con una probabilidad mayor; y (2) trata sólo con entidades de las que hay pruebas de su
existencia (y no recurre a la necesidad de la entidad cuya existencia se está
intentando probar, lo que resulta un absurdo: el Big Bang no puede probar la
existencia de una entidad cuya necesidad para el Big Bang no ha sido probada
porque no se ha probado su existencia), con lo que sólo necesitamos inventarnos
una propiedad, no esa misma propiedad y además otra entidad que posea la
propiedad, por lo que no sólo tiene más evidencia sino, además, requiere menos invenciones.
Y, encima, tiene el problema (ausente en tiempos del famoso
Doctor Angélico) de contradecir lo que ahora sabemos gracias a la ciencia,
campo en el que Wickman trabaja. No hay duda: a la hora de justificar creencias
religiosas, hasta los científicos de alto perfil pueden olvidarse de la ciencia
y ver lo que quieren ver. Por fortuna, no pasa así con todos…