Hace unos días, el periódico británico The Telegraph publicó que la juez de distrito Elizabeth Roscoe emplazó al líder mormón Thomas Spencer Monson,
presidente mundial de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los ÚltimosDías, por una denuncia por fraude.
La denuncia, presentada por Tom Phillips (un ex mormón),
indica que dicha institución religiosa ha obtenido dinero gracias al uso de
información falsa. Lo que, en efecto, constituiría un fraude. Entre esta
información se incluye la historia de Adán y Eva y el origen de los
amerindios (que, de acuerdo con unas declaraciones de Monson, serían
descendientes de la pareja original bíblica), y las planchas de Nefi: el Libro de Mormón, según Joseph Smith (su
autor), el libro es la traducción de la obra creada por el profeta Mormón en
las famosas planchas (actualmente desaparecidas).
Hay que aclarar que este emplazamiento es para escuchar a
las partes y decidir si el juicio es procedente. Crea, sin embargo, un
precedente: se aceptó para considerar que las organizaciones religiosas pueden
cometer fraude si lucran con información falsa, así sea doctrinal. En otras palabras,
si hacen negocio deberían sustentar y validar las aseveraciones doctrinales que
les atraen ingresos.
Evidentemente, este emplazamiento no tiene futuro: Monson no
vive en el Reino Unido y no es un caso que amerite juicio de extradición sólo
para ser escuchado. Además, la legislación británica tiene algunas arcaicas
trabas a la acción judicial sobre las iglesias, sobre todo si involucran cuestiones doctrinales: de esa manera
no necesitan probar que sea cierto lo que declaran como doctrina. Este beneficio de la duda (al igual que la situación impositiva privilegiada en que se encuentran, y varias otras ventajas) no lo recibe nadie más, ni siquiera las creencias que la ley considera como meras "sectas" (lo que justifica la preocupación por un fallo de la suprema corte británica que declaró que una pareja se podía casar en una capilla ciencióloga, pues se trata de una verdadera religión).
La organización mormona, ¡cómo no!, ha respondido con una campaña
en contra de la juez, el demandante y el argumento mismo, al que tachan de
extravagante, incongruente, ridículo y hasta monstruoso. Y, de manera extraoficial,
también se ha manejado como una persecución en sucontra (recordando la que sufrieron ¡hace dos siglos!) e, incluso, como un
ataque a la libertad de credo y la libertad en general.
¿Se imaginan qué ridículo sería que un laboratorio farmacéutico
dijera que demostrar que los productos con los que obtiene ganancias funcionan atenta
contra las libertades individuales? Bueno, exactamente ese es el argumento que
se hace en contra de este citatorio.
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