23 de enero de 2014

Ateísmo dogmático

Un estudio publicado en octubre pasado esbozó unos resultados que a muchas personas (en especial ateos) les resultaron paradójicos. El paper analiza la relación entre el dogmatismo y la apertura a nuevas experiencias.

Eso no es nada nuevo, ya se había hecho antes: en general, los estudios muestran que hay una correlación negativa, es decir, que, en general, cuanto más dogmático se es, menos dispuesto a nuevas experiencias se está; y que la gente religiosa tiende a ser más dogmática y (en consecuencia) menos abierta a nuevas experiencias.

Esta investigación de Gurney y compañía, sin embargo, estudia solamente a las personas no religiosas, a las que divide en dos grupos, a saber: los que no profesan ninguna creencia en particular (que correspondería a agnósticos y escépticos, en  mi opinión) y los ateos. En el grupo de los que no profesan creencias específicas, los resultados fueron como se esperaba: correlación negativa entre dogmatismo y apertura a nuevas experiencias.

En el grupo de los ateos, sin embargo, la correlación fue positiva. Eso ha dejado perpleja a mucha gente (de entrada a muchos ateos): se creía que la apertura a nuevas experiencias (ser “de mente abierta”) era lo opuesto del dogmatismo. Y que los ateos eran gente muy abierta de mente y poco dogmática. Pues bien, ambas presunciones resultaron ser falsas.

De la presunta oposición dialéctica entre la credulidad dogmática y la apertura de mente ya hablaremos en otra ocasión. Por ahora, la cuestión del ateísmo. Estos resultados aparentemente paradójicos se pueden explicar de manera bastante sencilla, pero requiere dejar de lado unos prejuicios sobre los ateos.
En primer lugar, ser ateo, como señala Miguel Farias, no es simplemente tener un marcador de cero en escalas de religiosidad o creencias (eso serían los descreídos, que corresponderían al grupo de ninguna creencia), sino tener una serie de creencias y certezas propias.


Y, en segundo lugar, los ateos, por supuesto, no somos ni demonios poseedores de todas las depravaciones posibles ni superhombres nietzcheanos que encarnan la racionalidad y la pureza cognitiva y ética. Somos personas como las demás, con virtudes, defectos, aciertos, errores… Algunos más escépticos y otros más dogmáticos; y hay dogmáticos “positivos” (que simplemente están seguros) y “defensivos” (que han sido tan agredidos por profesar sus creencias, que forman parte importante de su identidad, que terminan por aferrarse dogmáticamente a ellas).

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