Un estudio publicado en octubre pasado esbozó unos
resultados que a muchas personas (en especial ateos) les resultaron
paradójicos. El paper analiza la
relación entre el dogmatismo y la apertura a nuevas experiencias.
Eso no es nada nuevo, ya se había hecho antes: en general,
los estudios muestran que hay una correlación negativa, es decir, que, en
general, cuanto más dogmático se es, menos dispuesto a nuevas experiencias se
está; y que la gente religiosa tiende a ser más dogmática y (en consecuencia)
menos abierta a nuevas experiencias.
Esta investigación de Gurney y compañía, sin embargo, estudia
solamente a las personas no religiosas, a las que divide en dos grupos, a
saber: los que no profesan ninguna creencia en particular (que correspondería a
agnósticos y escépticos, en mi opinión) y
los ateos. En el grupo de los que no profesan creencias específicas, los
resultados fueron como se esperaba: correlación negativa entre dogmatismo y
apertura a nuevas experiencias.
En el grupo de los ateos, sin embargo, la correlación fue
positiva. Eso ha dejado perpleja a mucha gente (de entrada a muchos ateos): se
creía que la apertura a nuevas experiencias (ser “de mente abierta”) era lo
opuesto del dogmatismo. Y que los ateos eran gente muy abierta de mente y poco
dogmática. Pues bien, ambas presunciones resultaron ser falsas.
De la presunta oposición dialéctica entre la credulidad
dogmática y la apertura de mente ya hablaremos en otra ocasión. Por ahora, la
cuestión del ateísmo. Estos resultados aparentemente paradójicos se pueden
explicar de manera bastante sencilla, pero requiere dejar de lado unos
prejuicios sobre los ateos.
En primer lugar, ser ateo, como señala Miguel Farias, no es
simplemente tener un marcador de cero en escalas de religiosidad o creencias (eso
serían los descreídos, que corresponderían al grupo de ninguna creencia), sino
tener una serie de creencias y certezas propias.
Y, en segundo lugar, los ateos, por supuesto, no somos ni
demonios poseedores de todas las depravaciones posibles ni superhombres nietzcheanos que encarnan la racionalidad y la pureza cognitiva y ética. Somos personas
como las demás, con virtudes, defectos, aciertos, errores… Algunos más
escépticos y otros más dogmáticos; y hay dogmáticos “positivos” (que
simplemente están seguros) y “defensivos” (que han sido tan agredidos por
profesar sus creencias, que forman parte importante de su identidad, que
terminan por aferrarse dogmáticamente a ellas).
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